sábado, 3 de diciembre de 2011

ESCRIBIR

La intimidad me inspira, por una razón de prudencia, desconfianza. Yo sólo me confío a desconocidos. Si no te importo, deja que te cuente. Pero, si me escuchas, ma callo. Te hablaré solo si sé que no me oyes. O si no oigo que me oyes (como en los libros). La comunicación, ni se crea, ni se destruye, se transforma.

La escritura es el paraíso de la confesión. No sé si me oyes. O estoy seguro de que no, porque nada hablo, solo escribo. No sé si me lees, o me leerás. En todo caso, si lo haces, tu lectura será tuya y no llegará a mis oídos. Silencio: escribo.

Yo largo: tú corta. Porque sé que cortas, yo largo. Largo sin fin. Corta cuando quieras, lo que quieras, ya. El que tú me puedas cortar, sin que yo me entere, el que me cortes, me da licencia para largar. Tú desinterés atiza mi confianza. Tu sordera es el acicate a mi locuacidad. Así ya puedo hablar por hablar, a los cuatro vientos.

Hablar silencioso, hablar escrito. Entierro mi denario. ¿Avaro? No. Pero me niego al negocio, me niego a la negación del ocio. Me niego a romper el silencio. "Quedéme y olvidéme". Duermo (olvidéme) y no me muevo (quedéme). Muéveme.

1 comentario:

  1. Lo he leído y me ha parecido interesante, pero la verdad es que es un poco de lío, imagino que le habrá costado escribirlo. Un abrazo.

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