lunes, 5 de diciembre de 2011

SOBRE LA ESTULTICIA

Si hay (y yo creo que lo hay) un Dios que nos juzga, lo hará por lo que somos (buenos) y no por lo que hacemos (mal). La estulticia, y solo ella, hace que el hombre bueno obre mal. De ahí que el combatirla sea un deber. Ésa y no otra es la maldición que pesa sobre el (no) ser humano y la causa de todos los males. No se es malo por esencia.

De lo contrario, Dios habría obrado mal, siendo como somos (se supone, si se cree en él) obra suya. Si lo somos, no podemos ser malos. Sin embargo, es innegable que, en ocasiones, hacemos el mal. Entonces, un abismo se yende entre lo que somos y lo que obramos.

Uno es el que es y otro el que obra, y están incomunicados. La estulticia que los aísla se reviste a menudo de fanatismo. Y consiste en una creencia infundada, una idolatría que enajena de sí mismo, y de sus congéneres, al que la suscribe y practica.

sábado, 3 de diciembre de 2011

ESCRIBIR

La intimidad me inspira, por una razón de prudencia, desconfianza. Yo sólo me confío a desconocidos. Si no te importo, deja que te cuente. Pero, si me escuchas, ma callo. Te hablaré solo si sé que no me oyes. O si no oigo que me oyes (como en los libros). La comunicación, ni se crea, ni se destruye, se transforma.

La escritura es el paraíso de la confesión. No sé si me oyes. O estoy seguro de que no, porque nada hablo, solo escribo. No sé si me lees, o me leerás. En todo caso, si lo haces, tu lectura será tuya y no llegará a mis oídos. Silencio: escribo.

Yo largo: tú corta. Porque sé que cortas, yo largo. Largo sin fin. Corta cuando quieras, lo que quieras, ya. El que tú me puedas cortar, sin que yo me entere, el que me cortes, me da licencia para largar. Tú desinterés atiza mi confianza. Tu sordera es el acicate a mi locuacidad. Así ya puedo hablar por hablar, a los cuatro vientos.

Hablar silencioso, hablar escrito. Entierro mi denario. ¿Avaro? No. Pero me niego al negocio, me niego a la negación del ocio. Me niego a romper el silencio. "Quedéme y olvidéme". Duermo (olvidéme) y no me muevo (quedéme). Muéveme.